AMISTAD
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AMISTAD

AMISTAD, es a ti a quien me dirijo, sé que aún sigues ahí en nuestro interior, sé que poco a poco y pasito a pasito te estamos recuperando, trayéndote al ahora, a este momento presente.

Lo hacemos con mucho miedo, amistad, pero créeme, lo hacemos, aunque aún hay desconfianza, es que no queremos sentirnos más veces tontos por ser buenos y creer en ti, o ingenuos por entregarnos con esperanza y determinación, o ilusos por confiar intensamente en los demás.

Cada vez más, amistad, nos respetamos a nosotros mismos, respetamos lo que sentimos, lo que estamos siendo y la humanidad que hay en nuestro corazón.

Amistad (Leer también: Unirnos), sabemos que es posible el cambio, todos lo sentimos, lo que nos pasa es que a veces nos desesperamos, nos sentimos impotentes e incluso incrédulos, porque no sabemos cómo hacerlo, pero gotita a gotita sí que nos estamos permitiendo que la sabiduría que atesoramos deje que el maestro que somos actúe.

Amistad, ya sabemos que tú existes por el amor al prójimo que poseemos y custodiamos en el corazón, es intrínseco en nosotros, todos nos sentimos bien cuando hacemos que el otro se sienta bien, cuando ayudamos al encuentro. Tal vez es esa la experiencia divina y elevada de ser uno con Dios, ser nosotros mismos, por ser uno con el otro, SER HUMANO gracias al otro que es nuestro hermano, el que nos permite la experiencia.

Volvamos a ser amigos y el resto será la consecuencia, la reacción, el efecto… (Ver: Todos somos colectivo)

Para cambiar lo que hacemos, tenemos que cambiar qué estamos siendo, esa es la asignatura, o más bien, el proceso en el que estamos inmersos.

 

No nos sintamos vencidos, sé que es difícil porque hay muchas maneras de ver el mundo, de visionarlo.

YOSOY de esos que sí perciben que el cambio es creíble, que cada vez somos más conscientes, permisibles y favorables con nuestra transformación.

Sigamos recuperando al ser humano que somos, reconquistando el ser persona.

 La pandemia si algo nos hizo consciente, es que la vida es más importante que las razones, que esto es tránsito, un viaje pasajero, un proceso, que al menos para mí, es fugaz.

A lo mejor deberíamos dejar la incesante búsqueda de darle sentido a la vida, desde la educación competitiva que hemos adquirido, que en ocasiones lo que crea, incentiva e incita es rivalidad, enemigos, perdedores, derrotados, egocéntricos, ególatras, narcisistas, personas individualistas y solitarias, porque también sabemos que somos todo lo contrario, eso sí, cuando lo elegimos, cuando adquirimos la consciencia de que todos somos uno, que vencernos, también es derrotarnos a nosotros mismos, así lo único que define es la manera de cómo aprendimos y no de cómo somos.

Tengamos FE, podemos restablecer, rescatar y reponer los valores intrínsecos de nuestro corazón, sintamos FE en nosotros mismos.

Todos somos humanos queriendo ser la versión más elevada de nosotros, aliviemos las creencias y recobremos la humanidad, la unidad común que todos y cada uno formamos.

 

Vivir es lo que tiene sentido, es así de sencillo a la vez que complejo.

Somos nosotros la vida y tal vez eso es lo que tenemos que recordar, nuestra misión…

De qué nos vale ganar si el otro que somos nosotros pierde;

-¿y si esa competición la mal aprendimos, porque no era competir para ganar o perder, sino para aportar al colectivo, a la UNIDAD que formamos con los demás, nuestra versión más elevada?-

Así triunfamos todos, ganamos lo «mejor» de cada uno.

Todos somos necesarios y lo sabemos, pero a veces esta manifestación tan obvia, no es respetable.

Cada uno vino a vivir una experiencia, su experiencia, es por eso, que lo que cada uno necesita es distinto, deberíamos complementarlas, abandonar nuestros miedos a no ser validados, hay suficiente para todos los que somos y no restarnos y reducirnos  entre nosotros por nuestras creencias,  «todos somos válidos», lo que sí debemos es ordenarnos. La competición existe, es parte de nuestra naturaleza, nos permite evolucionar nuestras destrezas, habilidades, pericias, maestría.

Cuando somos niños, lo de ser mejores o peores definía solamente nuestras acciones, no a nosotros como personas, eso lo teníamos muy claro en nuestro interior, sin que nadie nos lo enseñara, sabíamos que esas acciones eran sólo eso, acciones, que los niños que éramos, era lo que realmente importaba, porque éramos amigos, no había diferencias entre nosotros, eso lo «mal» aprendimos después, a posterior, a nadie excluíamos, y si lo hacíamos, era porque nos enseñaron a hacerlo según las creencias.

Competíamos para experimentar nuestras diferencias en las habilidades, es innato, saca lo mejor de cada uno, para después, con muchísimo amor compartirlo en el colectivo, a nadie dejamos fuera, éramos amigos.

 El amor de SER UNO cuando niños lo tenemos integrado, porque somos amigos, existe una relación real de afecto, simpatía y confianza inquebrantable, existe la amistad.

Cuando tenemos amigos o a alguien con quien simplemente hablar, somos felices, sentimos el afecto entre nosotros.

AMISTAD, eres importante en nuestra vida, eres ese vínculo estrecho con los demás, de afecto, lealtad y respeto.

Cada vez más despliegas tu magia de cariño, compañerismo y hermandad.

Tengamos CONFIANZA en nuestra humanidad interna y FE para materializarla.

 

 

#Gotitasdeagua888

¿CÓMO LO RESOLVEMOS?
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¿CÓMO LO RESOLVEMOS?

-¿Cómo lo resolvemos?-

Es ese el pensamiento de frustración constante que tenemos en nuestros mapas cognitivos, por nuestra percepción de insuficiencia, siempre hay algo que resolver, porque algo está mal, o es erróneo, o defectuoso, o escaso, …en nosotros, y ¿Cómo lo resolvemos?.

Normalmente nuestro pensamiento es que tenemos poca consciencia, o que somos poco lúcidos, o nada bondadosos, o míseros, o crueles, o vándalos.

Es como si en nuestro corazón solamente albergáramos todo aquello que es «negativo».

Parece que en nosotros no hay amor ninguno y esto lo expreso con ironía, o al menos en ocasiones es así cómo creemos, a veces es consciente y otras no.

Eso del amor, es sólo para algunos privilegiados y elegidos, y si…

-¿Es verdad que tenemos amor en nuestro interior?-

Ese amor que ama al prójimo por amarnos a nosotros mismos, sólo que aún no hemos sabido cómo gestionarlo porque hemos «mal» aprendido.

“Es parte del proceso”

Debemos preguntarnos -¿cómo podemos ordenarlo si nos sentimos insuficientes?-

Hagamos conscientes que en ocasiones no es que no seamos capaces, sino que al sentir que somos insuficientes, no nos malgastamos en discernir por nosotros mismos, sino que es más fácil delegar eso en otro, creencia, … Y que somos nosotros los que tenemos la culpa.

Es así de simple y a la vez complicado como lo hemos aprendido y como también nos han enseñado, quizás es ese EL PROGRAMA que debemos cambiar y digo quizás, por qué no tengo la verdad absoluta, sólo una percepción de ella, la mía, desde mi capacidad de observación, esa que contemplo en mi interior y me vislumbra las dificultades por las que tránsito y he transitado para ser YO en el colectivo (Leer también: Todos somos colectivo), es ese sentirme errado, por no ser como los demás quieren que sean ¡SISTEMA!, que por supuesto pensamos que si son los que están acertados y que además son los que sí tienen la verdad absoluta, los que me dicen que tengo que SER y si no, soy yo el que estoy equivocado, soy el fallido e incluso el falso.

Basta ya, es eso lo que me nace escribir, basta ya de torturarnos ante esta educación sin estima alguna, donde pensamos que hemos venido al mundo generación tras generación sólo para redimirnos, aceptando ser culpables nada más que nacer, de algo que no sabemos, que no hemos vivido y que además no estábamos, al menos como ahora nos identificamos.

Basta ya, de creer que somos defectuosos, que estamos en deuda, que somos poca cosa, que somos menos de lo que se esperaba.

-¿Cómo lo resolvemos?-

Dejando el miedo, abandonémoslo y reprogramemos nuestras creencias, permitiéndonos experimentar sin el juicio de ser pequeños, de ser menor a lo normal.

Seamos naturales y elijamos nosotros. Seamos grandes por ser valientes y afrontar esas experiencias para definirnos en nuestro amor propio y el amor al prójimo, para encontrarnos a nosotros mismos en la armonía que nos permite el equilibrio del movimiento de la experiencia.

Ese bien o mal es relativo y depende sólo de nosotros.

Nadie mata de manera innata, nadie de nosotros lo tiene grabado en su corazón, por más que a veces, así lo parezca o nos los hagan percibir de esa manera, ningún niño viene así, ninguno siente el acabar con la vida de otro, sólo lo hacemos si tenemos la creencia que justifica de que eso, es lo mejor para nuestra visión del mundo y este es sólo un ejemplo de tantos. Eso es lo que debemos hacer consciente, son las razones de nuestras creencias, esas, que a veces nos hace ver al resto de nosotros, no como personas iguales que pasan por las mismas vicisitudes emocionales para el encuentro con nosotros mismos (Leer también: ¿Qué difícil es ordenar?, sino como enemigos acérrimos que nos quitan la razón.

“TODOS SOMOS UNO”

-¿Cómo lo resolvemos?-

Siendo nosotros mismos, tal y como somos, y afrontando el miedo que nos lo impide, las creencias… (Ver: Desnudarnos)

#Gotitasdeagua888

SOLEDAD
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SOLEDAD

Es cierto que el camino del encuentro con uno mismo se hace solo, pero no en soledad y,

-¿Qué pasa cuando nos sentimos solos?, porque realmente estamos solos

No me refiero a estar solos físicamente o a sentir la soledad, sino que aún estando con los demás, no se nos percibe y no somos vistos en nuestra ausencia, esa ausencia natural que nos permite experimentar nuestra luz.

« SER nosotros mismos, una versión más elevada»

A veces no somos conscientes que cuando alguien de nosotros está en ese tránsito que posibilita que se encuentre, pasa desapercibido para nosotros, sin ser esa nuestra intención.

No nos son indiferentes, sino todo lo contrario, nos importan y mucho. Pero el foco lo solemos tener en el miedo a las consecuencias y a las reacciones que eso nos pueda generar en nuestra vida y no en la verdad que acontece; que es atender, escuchar, asistir, cuidar, reparar, observar, sumar… a ese SER que está viviendo un momento intenso (Leer también: Vivirnos), según su propósito de vida, seamos conscientes o no de ello.

Sólo nos ocupa una cosa y esa es la prioridad, nuestro miedo, el miedo al efecto, al resultado, a las salpicaduras que eso puedan conllevarnos.

Lo único importante son nuestras deducciones, esas que extraemos a partir de ese hecho, de esa proposición por el que el otro “SER” está pasando…

Nos hemos convertido justo en eso que queríamos evitar y aliviar en el otro, en un escollo más, en una parada más, en un alto en el camino, en ese por favor detente, que estamos en estado de alerta, SOS. Aquí existen personas que demandamos tu atención.

-¿Qué pasa si no nos atienden o no nos prestan atención?-

Todos sabemos la respuesta, es el pánico quien se apodera de nosotros, hasta tal punto que solemos arremeter exteriorizando ese miedo atroz, además de manera tan intensa, como intenso es, y la discusión se hace patente, la frustración se manifiesta y además está llena de razones que justifican el porqué nosotros no hemos sido suficientes para acudir y comparecer ante tal llamada que hemos observado, pero hemos querido, por el pavor como abducirnos, para que así pase desapercibido, es como si fuéramos avestruces, que cuando sentimos el temor metemos la cabeza debajo de la tierra y parece que así no nos damos cuenta de que hay un cambio.

«Una transición»

Y nos ausentamos, abandonamos y desasistimos a ese SER que sí,  nos importa…

Debemos pararnos y preguntarnos si no somos conscientes de esto.

 

-¿Qué es lo que es importante para nosotros, nuestro miedo y su defensa atroz o transitarlo reconociéndolo, por reconocer al otro en su camino de encuentro?-

-¿Quién nos importa más, nuestro miedo o el amor al prójimo aún con miedo?-

Nada de lo que vivimos es casual, no lo es para los que nos sentimos solos en el camino, sintiéndonos amados (Ver: Amor es Orden), pero en ocasiones no entendidos, ni para los que priorizamos antes el miedo de nuestro egocentrismo, que el amor por el otro.

Ambos dos somos, lo importante de esto, es que cada vez SOMOS más conscientes, así que dejemos el juicio y amémonos y sigamos alimentándonos aportando nuestras percepciones, …

 

«porque todo es camino que nos permite encontrarnos a nosotros mismos».

#Gotitasdeagua888

 

TE LO DIJE
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TE LO DIJE


El Aprendizaje de no Decir «Te lo Dije»

Son muchas las veces que dije: «Te lo dije».

Esas veces siempre generaron daño, indudablemente al receptor y a mí, por el sentimiento de frustración de que, sabiéndolo, no pude hacer nada. Solo recoger al ser que amas entre lágrimas, las suyas por el proceso de desencuentro y desarmonía, y las mías por el dolor de la impotencia de no haber sabido llegarle y aportar esa percepción distinta para que dilucidara qué era lo que realmente quería.

Son muchas las veces que metí la pata por intentar, desde mi humilde visión, que no la «metieran». Menudo error, que me llevó años descubrir que eso no era capacidad de liderazgo, sino usar el liderazgo para elegir por los demás. Que eso no era respeto, sino todo lo contrario: imponer mi visión de las cosas por más loables que estas fueran.

—Eso me enseñó mucho—


Me enseñó que el amor es respetar lo que cada uno tiene que vivir.

Me enseñó que la elección de lo correcto o incorrecto solo le corresponde a quien lo vive.

Me enseñó que si tenía esa gran capacidad, como los demás constantemente decían, la pusiera al servicio, pero no para imponer lo mejor para cada uno, sino para aportar la luz suficiente, las herramientas para que se percataran de que, si lo elegían, podía haber otra forma o manera.

Me enseñó que pretender imponer era pecar de soberbia, aun sintiendo desde mi percepción que mi pretensión era honorable.

Me enseñó a estar con mi mejor cara, mi mejor sonrisa, para poder decirles, cuando llegaba el daño intenso, el dolor que dejaba la experiencia: «Tranquilo, todo pasa, es un momento de dureza de la vida, donde te está mostrando algo que te hará más fuerte, más tú, quizás el cambio de percibirlo de otro modo.»


Me enseñó que cada uno tiene que vivirlo, que no se puede ir en contra de su proceso natural, de su propio destino.

Me enseñó que la vida es esa causa y efecto.

Me enseñó a no decir más «TE LO DIJE», sino muy al contrario: «De aquí saldrás transformado, esto te hará conocerte aún más, te hará mucho más sabio.»

Me enseñó a sentir que el dolor es lo que da Valor.

Me enseñó a usar de mejor manera mi talento y no intervenir en el otro por mi propia iniciativa.

Me enseñó a respetar que lo usara, solo si el otro me lo pedía, aunque no fuera consciente de que me lo estaba pidiendo.

Me enseñó a esperar de mejor guisa para abrazarlo con intensidad después de la caída.

Me enseñó a no continuar y dejar ir, con la amabilidad del hermano que acepta con agrado y satisfacción, y no dejarme llevar por mi debilidad de no querer que el otro sufra ese dolor que veía.

Me enseñó a marcharme solo con el dolor de la despedida, pero sin el dolor de no haber entregado todo de mí.

Me enseñó que cuando el ciclo acaba, por amor hay que despedirse y continuar, para que ese ser y yo sigamos creciendo y encontrándonos.


Un Sueño de Libertad y Comprensión

A día de hoy, aun sabiendo todo esto, aun experimentándolo en mi constancia, sigo aprendiendo y preguntándome cómo puedo decir las cosas sin invadir el espacio del otro, sin influir en sus acciones, solo ser una SUMA.

Ciertamente sigo aprendiendo, intentando aprender más «rápido» para que ese mundo que recuerdo en mi corazón sea posible: el entendimiento de respetar el proceso de cada uno.

Aprender cómo aportar la ayuda, si se me solicita, de la mejor manera, para que cada uno pueda disfrutar de la felicidad de ser LIBRE por haberse encontrado…


A día de hoy aún sigo siendo aquel niño que quiere simplemente hacer sus sueños realidad o de su realidad un sueño.

José Acosta


#Gotitasdeagua888

UNIRNOS
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UNIRNOS


En la vida, es la UNIÓN lo que nos genera fortaleza y es la fortaleza la que nos da el poder de transformar, de crear, el poder de la alquimia. Sin embargo, a veces, solo buscamos y codiciamos el poder sin darnos cuenta de que ese deseo de poder es el que nos separa, nos aísla y nos aleja del prójimo, e incluso, en ocasiones, nos elimina como si fuéramos desechos, desperdicios, sobras.

Queremos poder porque aún no sentimos que «los otros son una unidad con nosotros», sino que están separados, apartados, lejos, porque tienen creencias distintas, razones diferentes, pensamientos contrarios.

Debemos ser conscientes de que, para nosotros y la sociedad, lo único que tiene más valor que la misma vida es nuestra razón. Lo hemos observado constantemente a lo largo de la historia y también en la historia presente, la que ahora mismo escribimos; todavía hay guerras. Tal vez no somos del todo conscientes para poder observarlo…

La razón es el valor supremo de la vida, es la guía. ¿Es eso cierto, o es la misma vida, el valor supremo, lo que más valor tiene? Hemos matado a muchas personas por ello, y lo seguimos haciendo. A veces incluso lo hemos hecho y lo hacemos en nombre de Dios; nos quitamos la vida de manera impune por esa razón o razones… Por lo tanto, nos justificamos, porque somos los poseedores de la razón, es decir, de la verdadera verdad.

Esa enseñanza nos viene heredada desde hace muchísimo tiempo, desde nuestros antepasados, generación tras generación, por nuestras creencias. Aquellos seres que no tienen la misma que la nuestra, lo mejor es romper con ellos; son los equivocados o los malos, debemos desligarnos e inclusive, repudiarlos, despreciarlos, censurarlos.

Es esa desunión, usada en nuestra educación a través de la religión, la política, la espiritualidad, los géneros, etc., la que nos divorcia y desconecta del amor al prójimo, nos aparta y nos excluye del «SER HUMANO que somos».

Es ese dividirnos el que nos dispersa y acentúa nuestro individualismo; solo son válidos aquellos que piensan como nosotros, dejando de sentir que los demás son uno con nosotros, que todos SOMOS UNO. Esto hace que ambicionemos adictivamente el poder, hasta cotas insospechadas, donde todo vale, incluida la vida si así fuera necesario, con tal de conseguirlo y mostrar que somos nosotros los que tenemos la auténtica verdad.

Sin embargo, si nos enseñaran que el poder de la vida, de la creación, nace de la UNIÓN de todos nosotros, de nuestra fortaleza interior, quizás empezaríamos a ADQUIRIR LA CONSCIENCIA de que ese es el poder para crear de otra manera y empezaríamos la real y genuina transformación en ese mundo «nuevo» que anhelamos, ese mundo que define a la vida.


La Vida y el Poder de la Unión

«La vida somos y el otro eres tú mismo», ese es el respeto a nuestra humanidad, a nuestros corazones, eso es parte del proceso de encuentro.

No se trata de separarnos por tener percepciones distintas de la vida que somos, sino de unirnos y complementarnos, sumar los unos en los otros. Ese es el poder que hay en nuestro interior, y esa suma de cada uno de nosotros nos revela que la fortaleza interior de la UNIÓN nos da el poder del universo para crear, concebir, establecer; y es en la separación donde se disipa, se esfuma y se desvanece, generando una grandísima lucha encarnizada por el poder.


Verdadera Fortaleza

La fortaleza interior no se obtiene del poder; es al contrario, es el poder quien surge de la fortaleza interior de la UNIÓN.

La separación continúa disfrazada como fortaleza, desde los países con su patriotismo y fronteras, la política, economía, religiones y las creencias. Dejemos de separarnos entre nosotros como si no fuéramos TODOS UNO, sino enemigos acérrimos, decididos y convencidos. Esta gran falacia la hemos perpetrado en el tiempo, es nuestro legado y continuamos con ella.


Despertemos

Despertemos.


Es la UNIÓN quien genera la fortaleza interior de la creación, del cambio, la suma de todas y cada una de las percepciones, la que nos da el PODER de la transformación, la creación que nos define a todos.


#Gotitasdeagua888

EL PERDÓN
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EL PERDÓN


El Perdón Genuino

El perdón no es una herramienta estratégica que usamos para conseguir un fin. A veces lo empleamos con una buena intención, pero en cuanto empezamos a exponer los motivos y el porqué de ese perdón, la auténtica verdad aflora. Entonces, la palabra «perdón» se convierte en una excusa para que nuestra mente se desahogue, enumerando todas las razones por las que actuamos, y dejando de lado lo que realmente hicimos.

Debemos reconocer que, de una forma u otra, seguimos creyendo que los demás son responsables de nuestras acciones. Todavía no nos hemos perdonado a nosotros mismos y, sin embargo, ya queremos pedir perdón a otros.

Necesitamos ser honestos y sensatos con nosotros mismos. Si seguimos justificándonos, estamos abusando del privilegio que nos otorga la palabra perdón. No lo estamos pidiendo de verdad, sino que hemos aprendido que al pedir perdón tenemos la posibilidad de seguir perteneciendo al colectivo, al grupo, a la pareja, etc. Al hacerlo, manchamos su significado, culpabilizando en lugar de asumir la responsabilidad, como tantas veces hemos hecho.

Como, por ejemplo: «Es que me hiciste…», «es que me dijiste…», «es que pensé esto…», «es que fuiste de esta manera…», «o es que me provocaste…» A veces es difícil verlo, e incluso si lo hacemos, encontrar el equilibrio.

Cuando esto sucede, es porque creemos que todo está fuera de nosotros, que es culpa de lo que los demás nos hacen, y no de lo que está dentro, en nuestro interior, de cómo percibimos y, en ocasiones, permitimos.

¡Ya dejamos de ser responsables!


La Verdad del Perdón

El perdón pierde su sentido y se convierte en una herramienta para desahogar nuestras razones, sin importar nuestras acciones desarmonizadas.

El PERDÓN es renunciar a la «venganza» o a la reclamación de un castigo, es decir, es no tener en cuenta la ofensa. Los que perdonamos no hacemos justicia al conceder el perdón, sino que aceptamos que la justicia es renunciar al castigo, porque sentimos que lo justo es el proceso que se vive. Ese proceso nos permite encontrarnos a nosotros mismos y elegimos eso como compensación, en pro de una verdad más elevada que la que teníamos y que suma a la vida que somos.

¡Eso es lo justo, el amor al prójimo que hay en nuestro interior!

Somos actores principales y secundarios en nuestra obra y en la de los demás… A veces es difícil…

El PERDÓN es un beneficio tanto para el perdonado como para el perdonante que tiene la sana intención de restaurar y recomponer la relación o, en su defecto, de no intervenir en la vida del perdonado de manera deshonesta, malhumorada o malintencionada.

Que la relación con el ofensor u ofensores, sea la que se elija, goce del orden que da la armonía.

El PERDÓN debe estar ordenado para que contribuya a la armonía de la cohesión social y a vivir en Paz, evitando espirales de venganza. Si lo desordenamos, el foco estará solamente en evitar la espiral o cadena de «venganza» por miedo y no por la propia acción que significa el PERDÓN, que hace que la espiral o cadena no se cree.

La línea es muy delgada y solo cada uno de nosotros podrá saberlo…


Sabiduría al Perdonar

Seamos lúcidos y, cuando pidamos PERDÓN porque así lo sentimos, expongamos solo el daño ocasionado que nuestras acciones generaron, porque sentimos que esas acciones no nos definen, sino que definen nuestra frustración, nuestra impotencia, etc., y no la verdad del amor que sentimos.

Hagamos un buen uso de la ACCIÓN del PERDÓN y no lo confundamos con el olvido. Olvidar no es perdonar y, además, eso es parte de la verdad acumulada de nuestra experiencia de vida, que nos permite ORDENARLA…

¡Eso es SABIDURÍA!

Es hora de perdonarnos.

Somos ambos perdonantes y perdonados.

Perdonemos pronto y sigamos… 💦


#Gotitasdeagua888

ALIGERAR EL EQUIPAJE
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ALIGERAR EL EQUIPAJE

Aligerar el Equipaje


Aligerar el equipaje, así es…

—¿Quién de nosotros, si pudiera hacerlo, no negociaría aligerar el equipaje emocional que nos atormenta?—

Lo cierto es que nos gustaría; sin embargo, aun pudiendo hacerlo, a veces es muy difícil.

Somos el programador y el programa.

Esa gran dicotomía la hemos de ajustar y conciliar, y eso lleva su tiempo. Su reprogramación, de vez en cuando, se consigue, y otras se intenta.

Desde mi observación, siento que comenzamos a estar preparados para atendernos, escucharnos y, si fuera necesario, repararnos.

Empezamos a ser conscientes de que lo que hemos hecho hasta ahora para vivir nuestra vida, en ocasiones, no nos define a nosotros mismos, sino que define los principios ideológicos y morales por los que se guía esta sociedad.


Estamos hartos de luchar, de pelear como jabatos, para no sentirnos cuestionados y culpables.

Nuestra prioridad suele ser atender el miedo antes que a nosotros, el miedo que nos produce no ser validados y lo importantísimo que es tener la aprobación.

Es muy complicado, a veces, “vaciar el equipaje emocional”, porque son sentimientos intensos que tambalean nuestros cimientos, esa aparente verdad que pisamos, que establece, que precisa quiénes somos y eso nos hace sufrir, cada vez que no conseguimos el objetivo anhelado de ser estimados, considerados y respetados.

Es enrevesado querer y no poder, intentarlo y no conseguirlo, esforzarse y no lograrlo… Salir de ese bucle incesante de pensamientos desesperados e incluso, a veces, penosos.

Nos sentimos atrapados, porque la línea que diferencia la aceptación del proceso y la del respeto a uno mismo, es muy delgada, es muy fina…


—¿Somos comprensivos, compasivos y humanitarios o intolerantes, crueles e inhumanos?—

Cuando llegamos a la vida de alguien o llega alguien a la vida nuestra, con un pasado vivido, y puede ser que ese pasado, desde nuestra visión, sea antagónico a como percibimos nuestros valores, los principios morales por los que se rige nuestra vida.

Ese ser no llega de manera casual y nosotros no elegimos de quiénes nos enamoramos; llega porque algo nos tenemos que aportar… Mientras nos vamos conociendo, empezamos a abrirnos y a desvestirnos de esa nuestra verdad, y al ir despojándonos de todo ese sumario, a veces empezamos a sentir lo opuesto, lo incompatible, lo inadecuado, e incluso en ocasiones, lo irreconciliable.

Normalmente, cuando eso es así, casi todos los pensamientos van dirigidos a la exclusión, a la ruptura, son cíclicos e intensos, y además, deambulan constantemente.

En todo ese viaje fascinante de desarrollo nos sentimos tontos, estúpidos, bobos, como que estamos renunciando a nosotros mismos y puede ser que esto sea así, por tanto, nos cuesta mucho rendirnos ante ese enjuiciamiento de validez por nuestra forma de visualizar el mundo, la manera de cómo hay que vivir, pero…


—¿Y si no es así?— —¿Y si lo que estamos experimentando es la capacidad de amarnos a nosotros mismos, por amar al prójimo en su proceso de encuentro?—

Cuando elegimos conscientemente, no renunciamos, sino que elegimos qué queremos vivir; ese es el foco desde donde proyectamos, el epicentro donde elegimos, no hay división con el corazón.

En el mundo de lo relativo en el que vivimos, todo es complejo y a la vez sencillo, todo es válido; lo que nos distingue es la sabiduría con la que nuestra consciencia elige y decide las acciones que acomete.

Si las acciones nos reafirman y nos hacen sentir realizados, tenemos el centro de nuestra energía en la elección, en la decisión; si no es de esta manera, entonces el centro de nuestra energía lo tenemos en la renuncia a ser nosotros mismos… y probablemente eso nos haga querer abandonar, dimitir, desistir.


Es tarea ardua, porque no sabemos si estamos acertados en nuestra elección, o si estamos dejándonos llevar por no saber dar orden al sentimiento. El caso es que ese pleito, esa causa en nuestro interior campa a sus anchas, sin previo aviso, ni contemplación, ni compasión, a cualquier hora, haciendo daño, mucho daño.

Son de esos momentos en los que se nos pone un nudo en el estómago, aparece la ansiedad y el nerviosismo, la intranquilidad es parte del día, porque el equipaje está lleno. Además estamos debilitados por el intenso esfuerzo de cerrar la maleta del desasosiego que lleva el equipaje del boicot y la impaciencia, incluso a veces, también lleva el intenso chantaje emocional que en ocasiones nos puede engañar, traicionar y someter.

Por eso tenemos el afán y el empeño de cerrarla bien, para que no nos dañe más.

< Nos sentimos impotentes, vacíos e incluso acabados y destrozados >


Son momentos muy difíciles, y aligerarla para descansar se complica; el tiempo ayuda, pero solo hasta un punto, el permitirnos transitarlo también, sin embargo, ese camino se hace solo, es difícil compartirlo.

Aun no solemos estar preparados para hacerlo juntos; el miedo a la desnudez es profundo y penetrante, exponernos ante el discernimiento y el entendimiento de las partes es potente, y se requiere gran madurez y templanza, nuestros sentimientos están a flor de piel y el miedo a perder —en sus cotas más altas—.


Debemos esperar hasta que nos llegue cuál es nuestra elección, si la de continuar aun con esas verdades vividas, o no; eso es personal y solo nosotros lo podremos saber.

No por eso se inicia el “aligeramiento del equipaje”, no obstante, eso es un grandísimo avance, que nos permite ir abriéndonos a definirnos si así fuera, en la complicidad de SER una unidad formada por dos seres que transitan el desvestimiento natural del proceso, del miedo que nos produce nuestros propios límites.


Tener el control, para ser aprobados o no sufrir tanto, quizás es —esa apuesta, esa jugada, ese envite—, a lo que llamamos perdón, o quizás estamos descubriendo que nuestro perdón es lo que está más allá del mismo perdón.

Desafiar el mismo miedo, transitando el miedo que nos puede y paraliza, cuando por fin nos llega esa llamada, la señal, el grito interno que con brío y arrojo, valentía y gallardía, pensamos de manera directa, sin poner cortapisa, ni restricción, liberándonos a observar y saber lo que un día hicieron, tal y como fue.

Esas páginas escritas de su diario de vida, algo que nosotros no hubiéramos hecho y que tampoco hubiéramos permitido, ni siquiera imaginado hacer… y con decisión, le decimos a los pensamientos de dolor: stop, para ya… que tenemos derecho a elegir, aun con este miedo, a entregarnos con autenticidad y legitimidad, sabiendo que el otro nos muestra la oportunidad de experimentar la confianza en nosotros mismos, en nuestra preferencia.


La FE de caminar con el otro ser que vino a vivir su vida, a encontrarse y elegir libremente cómo, con quién o quiénes y de qué manera, mientras la vive…

—Porque el AMOR es libertad—

Nadie es nuestro embajador, nadie nos representa ante los demás, tampoco es nuestro emisario.

Cada uno nos definimos a nosotros mismos, constantemente en cada acción. Cada uno elegimos quién queremos ser ante lo que tenemos que vivir y solo así podremos encontrarnos en nuestro propósito de vida.

—SER UNO con nosotros mismos—

Tal vez debemos perder el miedo a elegir lo que queremos, aun nos «equivoquemos», sabiendo que pase lo que pase, nunca perderemos, porque habremos ganado la grandiosa experiencia de habernos permitido entregarnos a amar.

Más allá del miedo a hacernos daño por poner nuestro corazón al descubierto,…

—Confiando y sintiendo FE en el proceso, que nos lleva a nosotros mismos—

Lo que sí sabemos es que todos hemos tenido que vivir para darnos cuenta de que hace falta vivir para recordar quiénes somos.

Excluir o excluirte es lícito y loable, añadir, complementar, suplementar, adjuntar… es lúcido, y tratar a los demás como nos gustaría que nos trataran en nuestro proceso de encuentro es…

—AMOR al prójimo—


Porque nuestro AMOR propio así lo ORDENA.


Seamos desenvueltos, atrevidos y osados; llegó el momento de echarnos a volar, aligerando el equipaje que nos limita y nos impide surcar los aires que ansía planear nuestro corazón.


#Gotitasdeagua888

TODOS SOMOS
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TODOS SOMOS


¿De qué nos vale ser felices y estar buscando solo nuestra felicidad si los demás, aquellos que comparten con nosotros y los que no, no lo son? Ya tenemos conciencia para recordar que la felicidad de manera individualista no es felicidad, es una proyección del pensamiento que tenemos sobre ella. Me pregunto: ¿se puede ser feliz sabiendo que los demás no lo son?


A veces es difícil explicarme; las palabras en muchas ocasiones están estigmatizadas y limitadas, sobre todo cuando quiero mostrar cómo el programa, la educación competitiva en ser los más, los mejores, nos boicotea, entendiendo por ello que lo correcto es solo nuestro YO y los otros que se busquen la vida. Tengamos presente que es SER nuestra mejor versión, no es ser mejor que los demás, y los demás nos ofrecen espejos para poder serlo. ¡Esta vida es de todos y todos tenemos el derecho de poder disfrutarla!

Si ya somos, somos tanto en cuanto los demás son… ¿De qué nos vale llegar a esa ansiada y anhelada felicidad del tener, del conseguir… si los demás están sufriendo, están afligidos y llenos de dolor… ¿eso es felicidad? No abandonemos la intención de SER nosotros mismos, ¡La Felicidad es SER!


Paremos a discernir por un momento… y observemos si eso es lo que hacemos con todas nuestras búsquedas de la felicidad… si la visión que tenemos de ella es colectiva o no, si lo único que nos importa es solo nuestro yo con todos sus derivados: familia, amigos, entorno más cercano, etc. Recordemos que para que haya victoriosos, debe haber derrotados… ¿Y si todos ganamos? Seguro que así sí definiría nuestra humanidad.

Algunos de nosotros, cuando estamos en el camino que entendemos por «espiritual» —ese camino que nos dice qué tenemos que hacer para ser, cuando ya somos, siempre hemos sido—, adquirimos la creencia de que cuando hemos alcanzado todo el conocimiento que se nos imparte y hemos estudiado ese conocimiento, ya tenemos la capacidad de ser maestros o… y empezamos a intentar materializar nuestra ilusión, el camino suspirado, el camino pensado… Solo nos ocupamos de nuestra proyección individual e individualista, porque solo existe un objetivo: nuestro YO y YO…


Un «maestro» no es aquel que tiene muchos seguidores, ni tampoco el que tiene esa pretensión; esa sería la consecuencia, la reacción o el efecto… sino es aquel que cuando comparte vida con nosotros nos incita y nos invita a que encontremos el maestro que hay en nuestro interior… y hagamos sucesivamente por creencia propia lo mismo con los demás…

El encuentro es individual en el colectivo que formamos, el encuentro es solo pero no en soledad, el encuentro es gracias a los demás que nos lo permiten… Cuando nos encontramos, solo queremos que los demás se encuentren como nosotros lo hemos hecho… e incluso más allá para que también sumen a nuestro proceso y al proceso, ¡eso es SER UNO!

Todos somos maestros de nuestra vida


TODOS SOMOS

#Gotitasdeagua888