Aligerar el Equipaje
Aligerar el equipaje, así es…
—¿Quién de nosotros, si pudiera hacerlo, no negociaría aligerar el equipaje emocional que nos atormenta?—
Lo cierto es que nos gustaría; sin embargo, aun pudiendo hacerlo, a veces es muy difícil.
Somos el programador y el programa.
Esa gran dicotomía la hemos de ajustar y conciliar, y eso lleva su tiempo. Su reprogramación, de vez en cuando, se consigue, y otras se intenta.
Desde mi observación, siento que comenzamos a estar preparados para atendernos, escucharnos y, si fuera necesario, repararnos.
Empezamos a ser conscientes de que lo que hemos hecho hasta ahora para vivir nuestra vida, en ocasiones, no nos define a nosotros mismos, sino que define los principios ideológicos y morales por los que se guía esta sociedad.
Estamos hartos de luchar, de pelear como jabatos, para no sentirnos cuestionados y culpables.
Nuestra prioridad suele ser atender el miedo antes que a nosotros, el miedo que nos produce no ser validados y lo importantísimo que es tener la aprobación.
Es muy complicado, a veces, “vaciar el equipaje emocional”, porque son sentimientos intensos que tambalean nuestros cimientos, esa aparente verdad que pisamos, que establece, que precisa quiénes somos y eso nos hace sufrir, cada vez que no conseguimos el objetivo anhelado de ser estimados, considerados y respetados.
Es enrevesado querer y no poder, intentarlo y no conseguirlo, esforzarse y no lograrlo… Salir de ese bucle incesante de pensamientos desesperados e incluso, a veces, penosos.
Nos sentimos atrapados, porque la línea que diferencia la aceptación del proceso y la del respeto a uno mismo, es muy delgada, es muy fina…
—¿Somos comprensivos, compasivos y humanitarios o intolerantes, crueles e inhumanos?—
Cuando llegamos a la vida de alguien o llega alguien a la vida nuestra, con un pasado vivido, y puede ser que ese pasado, desde nuestra visión, sea antagónico a como percibimos nuestros valores, los principios morales por los que se rige nuestra vida.
Ese ser no llega de manera casual y nosotros no elegimos de quiénes nos enamoramos; llega porque algo nos tenemos que aportar… Mientras nos vamos conociendo, empezamos a abrirnos y a desvestirnos de esa nuestra verdad, y al ir despojándonos de todo ese sumario, a veces empezamos a sentir lo opuesto, lo incompatible, lo inadecuado, e incluso en ocasiones, lo irreconciliable.
Normalmente, cuando eso es así, casi todos los pensamientos van dirigidos a la exclusión, a la ruptura, son cíclicos e intensos, y además, deambulan constantemente.
En todo ese viaje fascinante de desarrollo nos sentimos tontos, estúpidos, bobos, como que estamos renunciando a nosotros mismos y puede ser que esto sea así, por tanto, nos cuesta mucho rendirnos ante ese enjuiciamiento de validez por nuestra forma de visualizar el mundo, la manera de cómo hay que vivir, pero…
—¿Y si no es así?— —¿Y si lo que estamos experimentando es la capacidad de amarnos a nosotros mismos, por amar al prójimo en su proceso de encuentro?—
Cuando elegimos conscientemente, no renunciamos, sino que elegimos qué queremos vivir; ese es el foco desde donde proyectamos, el epicentro donde elegimos, no hay división con el corazón.
En el mundo de lo relativo en el que vivimos, todo es complejo y a la vez sencillo, todo es válido; lo que nos distingue es la sabiduría con la que nuestra consciencia elige y decide las acciones que acomete.
Si las acciones nos reafirman y nos hacen sentir realizados, tenemos el centro de nuestra energía en la elección, en la decisión; si no es de esta manera, entonces el centro de nuestra energía lo tenemos en la renuncia a ser nosotros mismos… y probablemente eso nos haga querer abandonar, dimitir, desistir.
Es tarea ardua, porque no sabemos si estamos acertados en nuestra elección, o si estamos dejándonos llevar por no saber dar orden al sentimiento. El caso es que ese pleito, esa causa en nuestro interior campa a sus anchas, sin previo aviso, ni contemplación, ni compasión, a cualquier hora, haciendo daño, mucho daño.
Son de esos momentos en los que se nos pone un nudo en el estómago, aparece la ansiedad y el nerviosismo, la intranquilidad es parte del día, porque el equipaje está lleno. Además estamos debilitados por el intenso esfuerzo de cerrar la maleta del desasosiego que lleva el equipaje del boicot y la impaciencia, incluso a veces, también lleva el intenso chantaje emocional que en ocasiones nos puede engañar, traicionar y someter.
Por eso tenemos el afán y el empeño de cerrarla bien, para que no nos dañe más.
< Nos sentimos impotentes, vacíos e incluso acabados y destrozados >
Son momentos muy difíciles, y aligerarla para descansar se complica; el tiempo ayuda, pero solo hasta un punto, el permitirnos transitarlo también, sin embargo, ese camino se hace solo, es difícil compartirlo.
Aun no solemos estar preparados para hacerlo juntos; el miedo a la desnudez es profundo y penetrante, exponernos ante el discernimiento y el entendimiento de las partes es potente, y se requiere gran madurez y templanza, nuestros sentimientos están a flor de piel y el miedo a perder —en sus cotas más altas—.
Debemos esperar hasta que nos llegue cuál es nuestra elección, si la de continuar aun con esas verdades vividas, o no; eso es personal y solo nosotros lo podremos saber.
No por eso se inicia el “aligeramiento del equipaje”, no obstante, eso es un grandísimo avance, que nos permite ir abriéndonos a definirnos si así fuera, en la complicidad de SER una unidad formada por dos seres que transitan el desvestimiento natural del proceso, del miedo que nos produce nuestros propios límites.
Tener el control, para ser aprobados o no sufrir tanto, quizás es —esa apuesta, esa jugada, ese envite—, a lo que llamamos perdón, o quizás estamos descubriendo que nuestro perdón es lo que está más allá del mismo perdón.
Desafiar el mismo miedo, transitando el miedo que nos puede y paraliza, cuando por fin nos llega esa llamada, la señal, el grito interno que con brío y arrojo, valentía y gallardía, pensamos de manera directa, sin poner cortapisa, ni restricción, liberándonos a observar y saber lo que un día hicieron, tal y como fue.
Esas páginas escritas de su diario de vida, algo que nosotros no hubiéramos hecho y que tampoco hubiéramos permitido, ni siquiera imaginado hacer… y con decisión, le decimos a los pensamientos de dolor: stop, para ya… que tenemos derecho a elegir, aun con este miedo, a entregarnos con autenticidad y legitimidad, sabiendo que el otro nos muestra la oportunidad de experimentar la confianza en nosotros mismos, en nuestra preferencia.
La FE de caminar con el otro ser que vino a vivir su vida, a encontrarse y elegir libremente cómo, con quién o quiénes y de qué manera, mientras la vive…
—Porque el AMOR es libertad—
Nadie es nuestro embajador, nadie nos representa ante los demás, tampoco es nuestro emisario.
Cada uno nos definimos a nosotros mismos, constantemente en cada acción. Cada uno elegimos quién queremos ser ante lo que tenemos que vivir y solo así podremos encontrarnos en nuestro propósito de vida.
—SER UNO con nosotros mismos—
Tal vez debemos perder el miedo a elegir lo que queremos, aun nos «equivoquemos», sabiendo que pase lo que pase, nunca perderemos, porque habremos ganado la grandiosa experiencia de habernos permitido entregarnos a amar.
Más allá del miedo a hacernos daño por poner nuestro corazón al descubierto,…
—Confiando y sintiendo FE en el proceso, que nos lleva a nosotros mismos—
Lo que sí sabemos es que todos hemos tenido que vivir para darnos cuenta de que hace falta vivir para recordar quiénes somos.
Excluir o excluirte es lícito y loable, añadir, complementar, suplementar, adjuntar… es lúcido, y tratar a los demás como nos gustaría que nos trataran en nuestro proceso de encuentro es…
—AMOR al prójimo—
Porque nuestro AMOR propio así lo ORDENA.
Seamos desenvueltos, atrevidos y osados; llegó el momento de echarnos a volar, aligerando el equipaje que nos limita y nos impide surcar los aires que ansía planear nuestro corazón.
#Gotitasdeagua888
